La vida de Louis Saint-Claire
había desmejorado mucho desde el punto de vista social en los últimos años, y
todo gracias a su hermano Phillipe.
Si bien Louis seguía siendo un personaje importante dentro de la iglesia, para
aquel monumento de orgullo desmedido eso no era suficiente. Él se había
acostumbrado a vivir rodeado de la admiración y la adulación de las altas
esferas sociales, y desde el regreso de Phillipe a Francia, era innegable que
él había descendido en esos círculos.
Cada vez había ido recibiendo
menos invitaciones y en la actualidad casi ninguna, de modo que si ya antes era
desagradable, ahora se había vuelto directamente insufrible. Recientemente
había escrito a Roma, con la finalidad de ser transferido a España, pero por
algún extraño motivo no había recibido contestación, y de no haber sido porque
Phillipe era anticatólico, le habría achacado aquella falta de atención también
a él.
A pesar de todo lo anterior,
ese día en particular se encontraba en una animada velada aunque él no la
estaba disfrutando de manera especial, ya que poca gente se acercaba a
conversar con él. Sin embargo, estaba
distraído mirando a un grupo de personas de entre las cuales estaba
clasificando mentalmente las que eran incondicionales de Phillipe cuando
escuchó una voz a su lado.
-
¿Monseñor Saint-Claire?
Louis se volvió y se topó con
un hombre de mediana edad que le sonreía con amabilidad.
-
¿Nos conocemos? -- preguntó aunque sabía perfectamente que no
era así
-
No, pero según lo que sé de usted, pienso que mi amistad podría serle necesaria
Louis tenía muchísimos
defectos, entre ellos el de una arrogancia suprema, de manera que aceptar necesitar a alguien no estaba en su
sistema por ninguna parte. No obstante, también tenía algunas virtudes y de vez
en cuando ejercía la prudencia en beneficio propio.
-
¿Y puedo saber la razón para esa hipotética necesidad?
-
Este no es un buen lugar para conversar de asuntos importantes -- dijo haciendo énfasis en lo último -- Mi
nombre es Dennis Hinault, y si no tiene inconvenientes podríamos tratar de algo
que es de su interés… ¿mañana tal vez?
Como Louis no era del todo
estúpido y el largo ejercicio en materia de intrigas lo habían convertido en un
maestro de ellas, su instinto le advirtió que allí había una, e independientemente que le interesase o no,
también había aprendido que era necio molestar a algunas personas y aquel
sujeto podría ser el portavoz de alguien más importante. De manera que tomó una
decisión rápida y citó al individuo para verlo en su despacho al día siguiente.
El señor Hinault estuvo
puntualmente a la hora pautada, y Louis se preparó a escuchar qué era lo que
tenía que decirle. Pero mientras su secretario les servía el té, Louis tuvo la
misma impresión que la noche anterior. No era que a él le cayesen bien muchas
personas, porque por regla general veía al resto de la humanidad como seres
inferiores y aunque decía que eran como un rebaño de ovejas que necesitaban la
guía de un pastor, lo decía en un tono que derrochaba más arrogancia que misericordia
cristiana. Pero el caso era que aquel hombre le inspiraba un rechazo casi
visceral, aunque hizo eso a un lado como hacía siempre sin detenerse a analizar
la diferencia.
-
¿Y bien señor…?
-
Hinault -- aclaró el hombre
-
Bien señor Hinault, lo escucho
-
No voy a mentirle monseñor, no soy católico
Esto era algo del todo
innecesario porque Louis ya lo sabía, de haberlo sido habría besado su anillo
la noche anterior y ni siquiera lo había intentado, pero no dijo nada y siguió
en actitud de espera.
-
Sin embargo, un grupo de amigos y yo a pesar de no serlo, igualmente
rechazamos algunas prácticas que consideramos tan abominables como las
considera usted -- en este punto el cambio de actitud de Louis
fue evidente, de modo que el hombre continuó
-- Estamos al tanto que es usted
uno de los mayores defensores de su fe, y eso quedó demostrado con el caso de
su abuela
Si bien Louis estaba muy
satisfecho de su actuación y de haberse ganado aquel apelativo, también era
cierto que guardaba un gran resentimiento porque debido a eso su padre había
hecho que fuese expulsado de Francia.
-
Teniendo en cuenta lo anterior
-- siguió diciendo el
individuo -- y aunque nos apena muchísimo tener que
decirle esto, al parecer deberá usted actuar de nuevo en contra de un miembro
de su propia familia.
Ahora Louis estaba
verdaderamente sorprendido porque a menos que… Se quedó un momento pensativo
recordando a su sobrina Sophie, aquella criatura era el vivo retrato de Sara, y
bien podía ser… Después de unos segundos una sonrisa perversa comenzó a formarse
en sus labios, pero se desvaneció enseguida al recordar que ella vivía en la
herética Inglaterra. De modo que volvió
a mirar al hombre que lo miraba a su vez con atención, pero antes de que él
pudiese decir nada, Hinault estaba hablando de nuevo.
-
Debo confesar que no estábamos muy seguros de recurrir a usted, porque
tratándose en esta ocasión de la hija de su hermano…
-
Señor Hinault -- lo interrumpió Louis -- le
aseguro que si no tuve problemas en procesar a la madre de mi propio padre,
menos aun lo tendría con una sobrina, y si disponen ustedes de evidencia
suficiente como para sustentar la acusación…
-
La tenemos, pero sigue existiendo el problema de que el apellido
Saint-Claire se ha vuelto mucho más poderoso ahora, ya que su hermano cuenta
con el apoyo incondicional de la corona.
No había forma de negar
aquello, pero en cualquier caso eso carecía de importancia, ya que el verdadero
problema que Louis veía y al que tendría que buscarle solución, era que Sophie
vivía en Inglaterra y esa nación estaba separada de la autoridad católica,
aparte de que la condenada muchachita estaba casada con un hombre poderoso en
el reino. Sin embargo, se ocuparía de eso llegado el momento, primero tenía que
avocarse a armar un caso sólido que le permitiese pactar con los pocos
católicos ingleses. Pero fue violentamente sacado de sus pensamientos con lo
que dijo Hinault a continuación.
-
Bien, si es así, aquí le dejo entonces todo lo que hemos recopilado en
contra de Madeleine Saint-Claire -- dijo colocando una gruesa carpeta sobre el
escritorio y Louis abrió mucho los ojos
-
¿Cómo ha dicho?
-
Le decía que allí está toda la evidencia que hemos reunido de las
actividades de su sobrina.
Aunque ya Louis había abierto
la carpeta no salía de su asombro, ya que había dado por sentado que estaban
hablando de la hija de Phillipe y no de la de Maurice. Sin embargo, entendió
por qué Hinault había hablado del poder de Phillipe en Francia, pero a pesar de
ello y aunque pudiesen no creerlo, que se tratase de Madeleine lo hacía todo
mucho más fácil, y él se las arreglaría ya que en Francia las facciones a nivel
religioso seguían divididas.
-
De acuerdo señor Hinault, voy a revisar esto y le avisaré de…
-
No es necesario, tenemos formas de mantenernos informados, y no queremos
ningún crédito por esto
Después de eso se despidió y
una vez que Louis estuvo solo, se permitió una sonrisa de satisfacción. No
sentía ninguna pena por su sobrina ni por Maurice, después de todo ellos se
habían puesto del lado de Phillipe, y en cuanto a él, si bien no se trataba de
su hija, Louis sabía que le haría casi el mismo daño.
-
Ahora veremos Phillipe -- y rió en forma desagradable
Unos momentos después de
efectuarse aquella reunión, Andrew Hill entraba a toda velocidad al Chateau de Edin.
-
Zdravi sarì -- saludó al sorprendido Edin
Edin miró a Andrew con
sorpresa, no era que a él le cayese mejor aquel individuo, pero ya estaba
acostumbrado a que siempre había algún Saint-Claire como él, lo extraño era
escuchar a Andrew expresarse de ese modo y se preguntó qué habría hecho Louis
Saint-Claire para llevarlo a ese estado, ya que Andrew era uno de esos
correctísimos y fríos ingleses que rara vez se alteraba por nada. Sin embargo,
no tardó en enterarse porque Andrew le hizo un detallado relato de lo que
habían hablado Dennis y Louis hacía poco.
Evidentemente a Edin le sentó
mucho peor que a Andrew por su relación con los Saint-Claire, pero aunque tenía
verdaderos deseos de hacer pedazos a Louis, sabía que no podía. De manera que
aunque también sabía que Louis no podía hacer nada de forma inmediata, mandó a
redoblar la vigilancia alrededor del Chateau
Saint-Claire y le dijo a Andrew que
no perdiera de vista al muy bastardo.
Andrew se marchó a cumplir sus
órdenes, y Edin fue a comunicarle a Istvan cómo estaban las cosas.
Istvan se había llevado la
mano a la sien pensando de nuevo que aquella generación Saint-Claire estaba
siendo muy problemática, porque si bien no los estaban persiguiendo como en
otras épocas, ellos por sí solos ya se metían en muchos problemas. Normalmente
se limitaban a vigilarlos y no interferían en sus actividades, fuesen éstas
buenas o malas, los vigilaban simplemente más que por seguridad propia como se
decía, por órdenes de Iziaslav quien seguía sintiéndose responsable por ellos,
algo que Istvan entendía perfectamente porque fuese como fuere, seguían siendo
sus descendientes. Sin embargo, evitaban todo contacto con ellos, y era la
primera vez en años que tenían un contacto medianamente amistoso con los
Saint-Claire, pero eso traía aparejada la presente situación.
Edin, aunque llevaba cientos
de años siendo un Devrig y había alcanzado el grado de Levjaner por su
indiscutible habilidad y control, seguía siendo un francés sangre caliente, y
en ese momento caminaba de un lado a otro profiriendo toda clase de insultos en
apresurado e ininteligible francés en contra de Louis Saint-Claire, y eso se
debía sin duda a la estrecha relación que había mantenido con Phillipe y con
Madeleine los últimos tiempos.
-
Edin, primero tranquilízate y
segundo, sabes que NO debemos
interferir
-
¿Y entonces qué? ¿Dejaremos que la mate como hizo con Sara? --
vociferó más que preguntó
-
Edin… -- pero el Levjaner se detuvo frente a él
-
Esto será un baño de sangre, porque Louis matará a Madeleine, Phillipe
matará a Louis y luego será procesado y ejecutado por ello.
-
¡Edin escúchame! -- exclamó Istvan sujetándolo por los hombros -- Aun
puede hacerse algo para evitar todo esto, presta atención.
-
¡Istvan! -- dijo Edin después de escuchar el
planteamiento de éste -- Esa mujer es una Saint-Claire y bajo ningún
concepto aceptará eso como alternativa
-
Pues hazles entender a todos, que
es eso o enfrentarse a un tribunal presidido sin duda por Louis, y ya sabemos
cómo terminará esto, y estoy seguro que ni Maurice ni Phillipe han olvidado la
experiencia.
Finalmente Edin aceptó el
asunto, pero antes de ir a hablar con los Saint-Claire hizo una rápida visita a
otro lugar y después de asegurarse de su estado marchó hacia el Chateau Saint-Claire. Madeleine estaba
como de costumbre a aquella hora, llevando flores a la tumba de Jacques.
-
Buenas tardes Etienne -- saludó sin volverse porque ya había aprendido
a percibir su presencia
Sin embargo, él guardó
silencio hasta que ella terminó de arreglar las flores y se puso de pie
volviéndose hacia él.
-
¿Qué te sucede? -- preguntó en cuanto lo vio
No solo Madeleine sino Phillipe
también, se habían acostumbrado a las visitas de Edin en los últimos años desde
la muerte de Jacques, pero Madeleine lo veía con mucha más frecuencia que su
tío, de modo que podía decirse que lo conocía mejor y el hombre que estaba ante
ella distaba mucho del que solía mirar. Por lo general Edin tenía una sonrisa
en los labios siempre y una expresión de optimismo contagiosa, pero aquel día
era todo lo contrario, de manera que Madeleine se preocupó y sabiendo según lo
que él les había dicho que también vigilaban a Sophie, sintió que las piernas
le fallaban.
-
¿Sophie? -- preguntó
-
Ella está bien -- le dijo, pero se acercó y la miró a los
ojos --
¿Madeleine, confías en mí?
-
Claro -- contestó ella
-
Voy a pedirte algo, pero necesito de tu absoluta confianza -- a
pesar de la extrañeza, ella asintió
-- Voy a sujetarte, vas a cerrar
los ojos y no los abrirás hasta que yo te lo diga ¿está bien?
Ella asintió de nuevo y en
cuanto cerró los ojos, sintió que Edin le rodeaba la cintura y la sujetaba
firmemente. Madeleine no tenía idea de lo que estaba sucediendo, pero como
había dicho confiaba en él y simplemente apoyó la cabeza en su pecho y esperó.
-
Ya puedes abrirlos -- escuchó que le decía al tiempo que la soltaba
Madeleine abrió los ojos y
para su sorpresa ya no estaban en el jardín del Chateau, de modo que ahogó una exclamación y miró a Edin.
-
¿Dónde… cómo… -- pero al parecer no sabía ni qué preguntar
Mientras intentaba poner orden
en sus pensamientos, miraba el entorno. Se encontraban en lo que parecía una
cueva y pudo percibir de manera fugaz, algunos grabados en las paredes de
piedra, pero por muy interesante que ello pudiese ser, de momento estaba más
interesada en saber cómo o más bien por qué estaba allí. Madeleine ya estaba al
tanto de la velocidad de aquellos seres, pero experimentarla era otro asunto.
-
¿Dónde estamos? -- logró preguntar finalmente
Edin extendió su mano y ella
se la sujetó y comenzaron a caminar por el pasadizo antes de que él contestase.
-
Estamos en las grutas del valle de Vézère
-- le dijo
-
¿Vézerè? Es decir que estamos cerca de Toulouse ¿no? --
preguntó con sorpresa
-
Así es
-
Pero…
-
Este es un lugar muy ligado a tu familia
-- la interrumpió él --
Estos grabados -- dijo pasando la mano por la superficie
rocosa -- cuentan parte de la historia de la misma
Madeleine prestó atención a
los dibujos, y algunos se le hicieron
familiares debido a que ya llevaba algún tiempo ayudando a Phillipe con los
viejos pergaminos de Sara, donde podían verse dibujos similares. Acercó su mano
a la pared y siguió el trazado de uno de ellos, experimentando una extraña
sensación de familiaridad y miró a Edin que en ese momento le sonrió.
-
Esto no es una caverna de largos túneles, es lo que se llama un abrigo rocoso que es una cueva natural poco
profunda. Sitios como este solían servir tanto de habitat temporal como para
guarecerse de determinados fenómenos como una lluvia repentina, y éste en
particular, fue habitado por un no muy largo período de tiempo por Seren. De
modo que es lógico que lo encuentres familiar, ya que algo de su energía
permanece en él -- hizo una pequeña pausa y luego agregó --
Lleva por nombre Abrigo de La Madeleine
Ella que había estado mirando
de nuevo los grabados mientras él hablaba, giró la cabeza con violencia y abrió
mucho los ojos.
-
¿Por qué me has traído aquí? -- preguntó luego de la sorpresa
Sin embargo, él no contestó en
forma inmediata y los pensamientos de Madeleine comenzaron a correr en diversas
direcciones. Lo que había dicho era cierto, confiaba en él porque en todo aquel
tiempo había demostrado ser una buena persona, había advertido a Phillipe
acerca del Duque de Armagnac evitándole un muy mal rato, con lo que había
demostrado que cumplía con su promesa de brindarles protección. Pero había otra
razón que solo conocía su tío, y era que Madeleine había cometido el enorme
error de enamorarse de Edin. Phillipe a quien pocas cosas se le escapaban, en
cuanto lo había notado le había recordado la imposibilidad de aquello, pero
tanto él como ella, sabían que a pesar de eso, el amor no se escoge. Sin
embargo, había escuchado el consejo de su tío y procuraba con ahínco olvidarse
del asunto, ya que Phillipe también le había dicho que el amor que no se cultiva
termina por desaparecer. En una ocasión no había podido evitar preguntarle a
Edin si nunca se había enamorado, y él le había contestado que dadas sus
circunstancias, intentaban bloquear sus sentimientos para evitar desastres, con
lo que destruyó su última e inútil esperanza.
No obstante, Madeleine seguía
siendo un ser humano, uno con un control envidiable pero ser humano al fin y al
cabo, y en aquel momento en el que lo vio tan preocupado se sintió mucho más
atraída que cuando estaba sonriente. Edin se había sentado con la espalda
recostada a la pared y Madeleine se arrodilló a su lado, acercó la mano a su
rostro y lo hizo mirarla. Su intención era preguntarle de nuevo qué era lo que
lo estaba preocupando tanto, olvidándose de su curiosidad inicial de por qué la
había llevado allí y sin saber que estaban ligadas ambas cosas, pero fue
traicionada por sus sentimientos y acercó sus labios a los de él.
La reacción fue casi inmediata
y se sintió miserable, culpable y experimentó el mayor horror de su vida al
verlo caer hacia un lado.
-
¡Etienne! -- exclamó aterrorizada mientras sujetaba sus
hombros
Aun con temor y rogando al
cielo por su vida, colocó la mano en su pecho y percibió los débiles latidos de
su corazón, su rostro estaba pálido y estaba sin sentido.
-
Etienne por favor -- dijo sollozante
Miró a todos lados sin saber
qué hacer, estaba vivo pero no tenía idea de cómo ayudarlo, intentó recordar si
él había mencionado algo al respecto pero una insidiosa vocecita le impedía
pensar con claridad y laceraba su corazón repitiéndole que aquello era su
culpa.
[2] Voch, ardzin da hori njè
vermalik zrenselter, arerì dash: No, aparte de ser un maldito desgraciado, nada
más
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