Bodas de Sangre

Bodas de Sangre
Una vez superados los obstáculos ayudado en su mayor parte por Dylan, Kendall logró finalmente contraer matrimonio con Sophie. Después de la boda, Dylan emprenderá un nuevo, inesperado e insólito camino a través de un mundo del que no tenía ni idea de su existencia, mientras que la nueva pareja parte rumbo a Inglaterra para dar comienzo a un matrimonio que todos se preguntan cómo va a terminar siendo que dio inicio con unas Bodas de Sangre

sábado, 28 de junio de 2014

Cap. 18 ¿Y los demás…?



Después de la muerte de Marie, Maurice quedó sumido en la más profunda tristeza y desolación, ni siquiera la compañía de Phillipe logró aliviar su pesar. A raíz de esto y aunque Phillipe pasó todo un año en Francia, cuando volvió a Inglaterra se vio en la necesidad de dejar en manos de Jacques el cuidado de los intereses de la familia. Esta fue una decisión por demás exitosa, ya que Jacques no solo había resultado un individuo sumamente responsable sino que debido a su natural sentido de la justicia, había introducido reformas en la administración de los feudos asignándoles más ganancias a los trabajadores, lo que se tradujo a muy corto plazo en una productividad muy superior a la que había venido obteniéndose, los trabajadores estaban muy contentos y si antes eran leales a los Saint-Claire, ahora lo eran muchísimo más.

Madeleine cuidaba con esmero y dedicación a su padre, y poco a poco Maurice fue saliendo de su depresión. Cuando Phillipe volvió a Francia, tuvo la enorme satisfacción de ver a su hermano mucho mejor y por otra parte sus asuntos en suelo galo no podían ir mejor. Maurice decidió que en vista de que Jacques había resultado tan buen administrador, él se olvidaría de aquello y el chico seguiría al frente de todo.

Phillipe estuvo de acuerdo y emprendió un viaje de seis meses con su hermano, luego del cual, Maurice casi volvía a ser el mismo de antes.

Sin embargo, algo vino a empañar la tranquilidad de Madeleine. Si bien era cierto que estaba al tanto de que su padre no estaba acostumbrado a la soledad y entendía que se relacionase con otras damas, en el caso de Maurice era muy diferente a Phillipe. Su tío estaba perfectamente claro en que no se dejaría atrapar de nuevo, como él decía, de modo que se relacionaba de forma íntima solo con cortesanas. Pero en la última temporada social, Maurice había conocido a una joven mujer y estaba muy entusiasmado con ella.

Cuando Madeleine regresó de uno de sus frecuentes viajes a Toulouse, se encontró con aquella novedad, pero por algún motivo Phillipe no estaba muy contento con aquello y eso se hizo patente a la hora del desayuno al día siguiente del regreso de Madeleine

-         ¡Por todos los cielos Maurice!  --  estaba diciendo Phillipe cuando Madeleine entró 

-         ¿Qué sucede?  --  preguntó ella mirando a los dos hombres y luego a Jacques que meneaba la cabeza de un lado a otro en actitud preocupada

-         Que tu padre ha perdido el juicio  --  dijo Phillipe con disgusto

-         Phillipe, no he dicho que vaya a…

-         No, si no es necesario  --  lo interrumpió el menor de los Saint-Claire  --  Ya todo París sabe que has perdido la cabeza por esa mujer

-         Phillipe…

-         Un momento  --  intervino Madeleine  --  cálmense los dos. Veamos tío  --  dijo mirando a Phillipe  --  Suponiendo que eso sea cierto  --  y miró a su padre  --  ¿Qué tendría de malo? Papá aun puede rehacer su vida

-         Gracias hija  --  dijo Maurice y miró a Phillipe  --  ¿Lo ves? Hasta ella se da cuenta que no es el gran crimen que pretendes

-         Tío  --  dijo Madeleine colocando una mano sobre el brazo de Phillipe  --  ¿Qué tienes en contra de esta mujer? Tú eres un hombre inteligente y confío en ti, de modo que debes tener una muy buena razón para una oposición tan frontal

-         No puedo decírtelo Madeleine, pero no me gusta  --  y acto seguido se levantó y se marchó

-         ¿Papá?

-         Nada, solo que sigue siendo el mismo niño malcriado de siempre, y sea cual sea el motivo por el que no le agrada Stella, no se molestará en dar una razón, solo espera que todos obedezcan a sus deseos.

Madeleine aparte de ser una mujer inteligente, estaba dotada de una gran percepción herencia de la sangre que corría por sus venas y que había venido desarrollando en los últimos años gracias al legado de Sara y que ella tan diligentemente había aprovechado. De modo que estaba segura de dos cosas, una, que su tío no estaba exhibiendo su proverbial malcriadez como decía su padre, sino que había muy buenas razones para su actitud aunque él no las supiese con exactitud. Y segundo, que por muy feliz que pudiese sentirse por su padre, ella tenía una confianza ciega en Phillipe, porque a diferencia de Maurice, Phillipe poseía ese sexto sentido que atribuían a los herederos de su sangre, aunque no pudiese practicar las milenarias artes mágicas que solo les habían sido legadas a las mujeres de la familia. Así que si a él no le gustaba aquella mujer, Madeleine se propuso averiguar la razón por sus propios medios.

-         ¿Y cuando conoceremos a la famosa Stella?  --  le preguntó a su padre obsequiándolo con una de las encantadoras sonrisas de Phillipe

-         Si sacas la nariz de esos viejos pergaminos y te avienes a acompañarme esta noche, es posible que la conozcas  --  le dijo Maurice

Madeleine no necesitó nada más y se preparó para asistir aquella noche en compañía de su esposo y su padre a la recepción a la que él había mencionado. Sin embargo, antes de eso y después del desayuno, se fue a hablar con su marido.

-         ¿Sabes tú algo que yo no?  --  le preguntó

-         La verdad no, solo sé que de pronto Maurice comenzó a mostrarse muy interesado en esta mujer, y aunque al principio Phillipe no prestó mayor atención, después de una velada en la casa de Madame Dessart, comenzó a hacerle la vida miserable a tu padre.

-         ¿Qué sucedió en esa velada? ¿Estuviste allí?

-         Estuve, pero no sucedió nada importante, salvo el hecho de que Phillipe fue sentado al lado de la susodicha, razón por la cual se vio obligado a hablar con ella

A Madeleine le vino una repentina idea a la cabeza pero la descartó casi de inmediato, aunque no dejó de preguntar.

-         ¿Jacques, esta señora acaso es una…?

-         ¡No!  --  la interrumpió Jacques al ver por donde venía su esposa  --  Es Stella Contini, Baronesa de Molinari. Quedó viuda hace cinco años y al parecer es poco dada a las actividades de la corte.

Bueno, pensó Madeleine, no era una cortesana, de manera que no era aquello lo que mortificaba a su tío. Del mismo modo que la colocaba fuera de los intereses de Phillipe, así que tampoco se trataba de que su tío estuviese interesado de algún modo en la dama en cuestión. No era que Madeleine hubiese creído posible tal cosa, ya que si algo no le faltaba a Phillipe eran mujeres de todas clases y condición que fuesen tras él, pero siendo organizada como era, estaba analizando todas las posibilidades. Sin embargo, ninguna parecía encajar, ni siquiera la de un posible interés puramente económico, ya que la baronía de Molinari estaba muy bien sustentada. De modo que no le quedaba más opción que esperar a conocer a la baronesa para saber qué era lo que estaba sucediendo.

Aquella noche Madeleine se preparó para asistir a la reunión con su padre y su marido, pero Phillipe se negó a ir y marchó a otro lugar. Ya llevaban algún tiempo en el salón cuando Stella llegó, Maurice se movió hacia ella tan pronto como la cortesía se lo permitió y algo más tarde Jacques condujo a Madeleine hasta ellos.

-         Baronesa, permítame presentarle a mi hija Madeleine

-         Querida, había escuchado hablar mucho de ti  --  dijo Stella

Pero a Madeleine le costó cierto trabajo contestar, porque en cuanto sus ojos entraron en contacto con los de ella supo sin lugar a dudas que su tío tenía razón. Era hermosa, no cabía duda de ello, educada y simpática, pero Madeleine estuvo segura de dos cosas. Una, que aquella criatura fuera quien fuere, ciertamente no era quien decía ser, y la segunda, que no le convenía para nada a su padre. Sin embargo, ocultó la desagradable sensación que le producía y se hizo el propósito de intentar ser objetiva, ya que existía la posibilidad de que estuviese dejándose llevar por lo que había dicho Phillipe, aunque luego se dio cuenta que él en realidad no había dicho nada, salvo que le desagradaba.

Le preguntó de la forma más delicada posible acerca de su familia y ella se enfrascó con animación en la descripción de sus parientes, su hogar y su infancia, pero cada palabra que decía era una mentira que agregaba a la lista que Madeleine estaba confeccionando con el mayor cuidado.

A la mañana siguiente, ya que Madeleine se había retirado primero, Maurice se interesó en sus impresiones.

-         ¿Y bien? ¿Qué te pareció?  --  le preguntó

-         Aun es pronto para haberme formado una idea muy clara. A primera vista parece muy agradable  --  dijo con cautela

Pero si bien Madeleine no le dijo nada a su padre de lo que en realidad pensaba, sí se lo dijo a su esposo.

-         Creo que deberíamos averiguar un poco más acerca de esta tal baronesa

-         ¿Cómo dices?

-         Jacques, no puedo decirte por qué pero no es quien dice ser

-         Madeleine, tal vez…

-         No, no es por lo que dijo tío Phillipe, que además estoy segura que tiene razón, sino es algo que sentí

En este punto Jacques se puso alerta. Había aprendido a respetar el instinto de su mujer y no sería él quien discutiese con ella algo así. Sin embargo, sus recursos para emprender la tarea que ella se proponía eran limitados, era Phillipe quien disponía de personas apropiadas para ello y así se lo hizo saber a Madeleine. De modo que Madeleine tomó la decisión de dirigirse directamente a su tío.

Phillipe la escuchó con atención y aunque ciertamente aquella mujer no le agradaba, no había pensado mucho en las razones, simplemente su instinto le decía que no era una buena persona, pero las sospechas de Madeleine iban en una dirección muy específica y de fácil verificación, de modo que puso manos a la obra iniciando una amplia investigación acerca de Stella Contini.

Las primeras investigaciones no arrojaron mucha luz, había contraído nupcias con el barón de Molinari, matrimonio que no duró mucho porque el sujeto había fallecido muy pronto, pero cuando intentaron ir más allá, la familia de la baronesa parecía inexistente. No obstante, Phillipe no cejó en su empeño pero la tal familia Contini era un misterio.

A la luz de los hechos, lo que decía Madeleine era muy posible y quizá ese no sería su verdadero nombre. De manera que lo intentaron de otra forma, Madeleine se mostró interesada en conocer a los padres y hermanos de la baronesa, con el pretexto de que ella hablaba mucho de ellos.

La baronesa había accedido al pedido de Madeleine, pero le dijo que ella le avisaría cuando sus padres pudiesen recibirla. Madeleine se preparó para que la mujer la mantuviese en espera por tiempo indefinido hasta que el asunto quedase olvidado, pero una tarde en la que se encontraba en compañía de Jacques, ya que su padre y su tío habían salido, le llegó un mensaje de la baronesa invitándola a su Chateau.

Aunque Madeleine se extrañó mucho, ella y Jacques se avinieron a ir de inmediato. El trayecto hasta el Chateau de la baronesa no era muy largo, de modo que llegaron con relativa rapidez, pero antes de entrar Madeleine se detuvo de improviso.

-         ¿Qué sucede?  --  le preguntó Jacques

-         Creo que no deberíamos estar aquí

-         Madeleine…

-         No me preguntes por qué, pero…

Sin embargo,  ya les habían abierto las puertas y esperaban a que entrasen. Jacques miró a su esposa esperando a que decidiese y finalmente Madeleine avanzó. Fueron conducidos hasta un salón de té y les indicaron que esperasen un momento. El lugar era espacioso y bellamente decorado, pero carecía de calor humano, al menos esa fue la impresión que tuvo Madeleine. Unos minutos después apareció la baronesa.

-         Buenas tardes  --  saludó 

-         Baronesa  --  dijo Jacques poniéndose de pie inmediatamente

Madeleine también lo había hecho con un poco más de calma, e hizo una ligera reverencia.

-         Baronesa

-         Te agradezco mucho que hayas venido Madeleine pero pienso que habríamos podido ahorrarnos todo esto. Ahora el pobre Maurice tendrá que sufrir la pérdida de su hija

Enseguida Jacques aferró el brazo de Madeleine en actitud protectora, pero Stella se burló del asunto.

-         Muy conmovedor Jacques pero del todo inútil  --  le dijo y luego miró a Madeleine que permanecía serena  --  Eres una vidmagy, pero eso no te servirá de nada. Las vidmagy y nosotros somos enemigos naturales, pero…

-         ¿Una qué?  --  la interrumpió Madeleine

-         Una bruja, y podría valerme de otros medios para arruinarte pero eso sería muy cansado. Tu padre realmente me gusta ¿sabes?  --  le dijo como si hablasen del tiempo  --  Pero tenías que venir a meter tu indiscreta naricita donde no debías y ahora le ocasionaras un terrible dolor al bueno de Maurice.

Jacques ya había tenido suficiente, aquella mujer definitivamente estaba loca y pensaba sacar a Madeleine de allí lo antes posible.

-         No hagas eso Jacques, como ya te dije sería inútil

A pesar de la sorpresa, Jacques no se detuvo y sujetando a Madeleine comenzó a arrastrarla hacia la puerta, pero con una rapidez sorprendente Stella les bloqueó el paso.

-         Te dije que no lo hicieras  --  dijo Stella

Si bien ya Jacques había llegado a la lógica conclusión de la precaria salud mental de Stella, nada lo habría preparado para lo que sucedió a continuación. Los ojos de la baronesa, ordinariamente color miel, se volvieron repentinamente rojos y empuñando una daga la movió hacia Jacques pero Madeleine se interpuso.

-         ¡No!  --  gritó Jacques al ver que la desquiciada aquella hundía la daga en el pecho de su esposa

Pero mientras él sujetaba a Madeleine otro hecho insólito lo golpeó, porque Stella de pronto comenzó a sangrar por la nariz, la boca, los oídos, los ojos y una horrible herida se había abierto en su pecho, por último cayó desplomada con la daga con la que había intentado matarlo aun en su mano. A pesar de la impresión, Jacques se olvidó de la mujer que seguía desangrándose en el piso y volviendo el cuerpo de Madeleine vio con enorme alivio que si bien estaba herida, la daga se había hundido en su brazo y no en el pecho. A toda prisa desgarró un trozo de su camisa y lo ató alrededor de la herida, y mientras hacía esto se preguntaba cómo harían para salir de allí, porque sin duda la familia o los sirvientes de aquella mujer tratarían de impedírselo.

-         Madeleine  --  intentó que le prestase atención, pero ella seguía con la vista fija en el cuerpo de la baronesa que seguía inmóvil mientras la sangre seguía manando sobre todo de la enorme y extraña herida en el pecho  --  ¡Madeleine!  --  la sacudió y ella lo miró  --  Mi amor tenemos que salir de aquí  --  acto seguido intentó levantarla pero ella lo detuvo

-         Puedo caminar Jacques

-         ¿Segura?  --  preguntó él no muy convencido al ver su palidez

-         Vamos  --  dijo ella

Para su sorpresa no se encontraron a nadie por el camino, de manera que llegaron a la salida sin ningún inconveniente, se subieron a su carruaje y partieron. No dijeron nada en todo el trayecto de vuelta, y aunque los dos iban pensando en lo que acababa de suceder, sus pensamientos corrían en direcciones diferentes. Jacques pensaba en la herida de Madeleine y en las posibles consecuencias de todo aquello, mientras que ella pensaba en quién o qué era aquella mujer como para haber sabido lo que ella era, pero más importante aun, qué le había sucedido, porque no parecía enferma y ciertamente ella no le había hecho nada.

En cuanto llegaron al Chateau  Jacques le dio órdenes al mismo cochero de que fuese por el médico y luego ayudó a su esposa a entrar. Sin embargo, y aunque su intención era conducirla a su habitación, se encontraron a Phillipe y a Maurice que aparentemente acababan de llegar también.

Ambos hombres quedaron paralizados al ver el improvisado vendaje que Jacques había hecho en el brazo de Madeleine y que evidenciaba la pérdida de sangre.

-         ¡Madeleine!  --  exclamó Maurice abalanzándose hacia su hija

-         ¿Qué sucedió?  --  preguntó Phillipe mirando a Jacques

-         La baronesa Molinari le hizo eso cuando Madeleine se interpuso para…

-         ¿Qué estás diciendo?  --  gritó Maurice con cara de horror

-         Si lo dejas terminar tal vez lo sepamos  --  dijo Phillipe con voz helada

-         Lo que está diciendo es verdad papá  --  dijo Madeleine

-         Pero…  --  comenzó Maurice

-         Déjame llevarla a su habitación y…  --  lo interrumpió Jacques

-         No  --  lo interrumpió Madeleine a su vez  --  solo déjenme sentarme

La condujeron hacia el salón y una vez allí procedieron a contarles con detalle lo sucedido. Al final del relato Maurice estaba pálido y con aspecto enfermizo, mientras que Phillipe tenía una expresión de inmenso odio pero al mismo tiempo de determinación fatal. Sin decir nada, se encaminó hacia la puerta y casi derriba al mayordomo que venía entrando con el médico. Madeleine miró a Jacques y él entendió la silenciosa súplica, de modo que aunque lo último que quería era volver al sitio de donde acababa de salir, fue tras Phillipe dejando a Madeleine en compañía de un aun muy aturdido Maurice.

No obstante, cuando llegaron al Chateau  de la baronesa, no pudieron pasar de la puerta donde les informaron que la baronesa estaba sumamente delicada de salud a causa de una enfermedad que venía padeciendo. Aquello no convenció en lo más mínimo a Phillipe pero a menos que hubiese empleado la violencia no habría podido hacer nada. De manera que se marcharon, aunque él no iba a quedarse con aquello sin resolver, esa estúpida mujer iba a pagarle lo que le había hecho a Madeleine tarde o temprano.

Sin embargo, finalmente Phillipe no pudo cobrarse esa deuda, porque a los pocos días se anunciaba la sorpresiva muerte de la baronesa de Molinari víctima de una vieja dolencia de la que nadie parecía tener mayor información. Pero Madeleine, Jacques y Phillipe estaban convencidos de que no había muerto a causa de ninguna enfermedad y de que algo sumamente extraño había sucedido cuando hirió a Madeleine.

A raíz de estos hechos emprendieron una ardua tarea de investigación. Era la primera vez que Jacques y Phillipe miraban en los viejos libros de Sara, pero Madeleine los había convencido de que allí estaba la respuesta y ellos se habían dedicado con ahínco a buscarla. Lo que nunca se esperaron fue que la respuesta resultase tan aterradora.

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