El día comenzaba a clarear
cuando Edin entró a Levzheir. Caminó a toda prisa por los pasillos hasta llegar
a donde se encontraba Istvan.
-
Algo temprano ¿no? -- dijo Istvan sin volverse
-
Para lo mucho que duermes, no creo que te moleste una visita a estas horas
-
No
dije que me molestase -- le contestó volviéndose
Edin por lo general era un individuo de
talante bromista, de modo que aquella actitud sorprendió a Istvan, porque por
algún motivo su compañero estaba molesto y alterado.
-
¿Qué
sucede Edin?
-
Que
soy el mayor de los necios, porque sabiendo que los designios de Maikata
Priroda permanecen inalterados a través de los tiempos, cometí un grave error
de juicio y…
-
Edin -- lo
interrumpió Istvan -- tienes la suficiente preparación como para
controlarte. Equilíbrate y luego dime qué es lo que está sucediendo.
Edin asintió y después de unos minutos
en los que pareció estar acompasando su respiración, volvió a hablar.
-
Vengo
de ocuparme del cuerpo de Stella Montini
Istvan registró rápidamente esa
información. Stella era una predvary nya, con relativamente muy poco tiempo de
antigüedad, un tanto díscola pero nunca había dado mayores problemas hasta
hacía muy poco cuando nadie sabía por qué había decidido matar a su esposo. A
partir de ese momento y luego de ser reprendida y castigada por ello, se le
había asignado cierta vigilancia para asegurarse de que no cometiese ninguna
barbaridad. De modo que la noticia de su muerte sorprendió a Istvan, así que
prestó atención a lo que decía Edin.
-
Estaba
siendo más vigilada últimamente, porque esta tonta criatura se fijó en el
sujeto equivocado, nada más y nada menos que en un Saint-Claire
Istvan se alarmó al escuchar aquello,
pero tenía el suficiente control y experiencia como para no sacar conclusiones
a priori y definitivamente no había modo de que Edin la hubiese matado por eso.
-
En
cuanto fui advertido fui a hablar con ella y le ordené alejarse de él, pero
siendo como era una predvary con poca experiencia y menos cerebro, habría sido
mucho esperar que me hiciese caso. No obstante, se intensificó la vigilancia
pero ayer cometió el peor y último error de su vida cuando atacó a la hija de
Saint-Claire y ya sabes con qué consecuencias.
Istvan había cerrado los ojos por un
momento preguntándose por qué razón a aquellos seres les costaba tanto entender
que lo que se les decía era verdad y por su propio bien, y aunque ya no
importaban mucho las razones, igual quiso saberlo.
-
¿Por
qué atacó a una Saint-Claire?
-
Según
el informe de Pierre y como era lógico y predecible, la identificó como una
vidmagy y supuso que estaba en peligro.
-
¿Y
por qué Pierre no lo impidió?
-
No
hubo tiempo, al parecer Stella quiso atacar al marido de la chica y ésta se
interpuso, con lo que resultó herida.
-
¿Herida?
Es decir que ella aun no lo sabe
-
No,
pero dudo que esa ignorancia se prolongue demasiado después de lo sucedido.
Istvan se llevó la mano a la sien y
pensó con desánimo que habían sorteado con éxito a las últimas generaciones
Siglair, pero ésta iba a darles muchos dolores de cabeza.
-
Ordena
una vigilancia estrecha sobre todos y
cada uno de los Saint-Claire desde ahora hasta el momento en el que dejen de
existir.
-
Bien --
dijo Edin -- Ahora debo ir a hablar con Avitzedek
-
Yo
me ocuparé de eso
-
Puedo
hacerlo Istvan
-
Lo
sé, pero ya tenemos resuelto el asunto de Biaggio y es preciso que hable con
Savaresce
-
¿Alguna
novedad importante?
-
No,
solo un reducido grupo de nyas.
Se despidieron y cada uno partió en
diferente dirección. Istvan se detuvo y contempló las hermosas arenas del
desierto de Kalahari, lugar donde había establecido su hogar Avitzedek
Savaresce. Después de unos minutos de contemplación, se dirigió hacia el Saray [1]
y encontró a Avitzedek mirando
por una de las ventanas.
-
Buongiorno Avitzedek
-- lo saludó Istvan en su idioma
-
Lachós chibeses
-- correspondió el hombre en el idioma
materno de Istvan -- ¿Iziaslav no los deja ni dormir? --
preguntó volviéndose
-
Vengo
por dos asuntos importantes
-
Si
uno de ellos es la Evesbriel ,
no he olvidado que somos sus títeres y no se nos permite negarnos.
-
No
se trata de eso. Primero debo decirte que lamento tener que informarte acerca
de la muerte de una de tus Predvary, Stella Montini
-
¿Stella? --
preguntó con extrañeza -- ¿Qué pudo haber hecho esa tonta criatura como
para merecer ser sacrificada?
-
No
te equivoques Avitzedek, no la mató ningún Lovet. Tu Predvary se involucró con
un Saint-Claire e intentó lastimar a su hija.
Los ojos de Avitzedek adquirieron un
brillo tormentoso y no le resultó difícil a Istvan ver con claridad lo que
estaba pensando. Como la mayoría de los Devrigs, culpaba a Iziaslav de aquella
maldición, y aunque no les faltaba razón, con mantenerse alejados de todos los
Saint-Claire habría sido suficiente para evitar catástrofes. Sin embargo, y como no dijo nada más, Istvan
prosiguió.
-
El
otro asunto es con mucho, más delicado
-- dijo y el hombre fijo sus ojos
en él --
Se trata de Biaggio
Avitzedek sujetó sus pensamientos, pero
aquel hombre nunca había contado con su especial agrado y había advertido a
Giorgio en infinidad de ocasiones que les traería más problemas que beneficios.
Pero de sus tres hijos, Giorgio era el menos propenso a obedecer. De modo que
se preparó a escuchar algo que con toda seguridad no iba a gustarle.
-
¿Qué
pasa con él?
-
Anoche
fue trasladado a Zatvor
-
¿Por
qué? --
preguntó sin dejar traslucir emoción alguna
-
Por
espionaje e intento de sedición -- en ese momento la expresión de Avitzedek sí
varió en forma evidente
-
Escúchame
bambino, llevo muchos más años de los
que tú tienes peleando con Iziaslav, y nunca me he rebajado a algo como eso,
así que si estás sugiriendo…
-
No
estoy sugiriendo nada -- lo interrumpió Istvan -- y
para tu información, Iziaslav tampoco piensa que tú estés involucrado, pero lo
que sí voy a sugerir, es que hables con tus hijos, porque en el momento que
alguno sea señalado como autor de esto no va a ser juzgado con misericordia, y
asumo que tienes claro cómo terminará.
-
Estoy
seguro que ninguno de ellos está involucrado en esto -- dijo él
Pero Istvan sabía tan bien como lo sabía
él, que eso no era cierto, solo que de momento no podía demostrarlo.
-
Bien,
debo marcharme
-
¿Van
a matar a ese infeliz?
-
No,
pero lo mantendremos guardado por un
buen tiempo y quizá se avenga a contarnos por qué, para qué y por órdenes de
quién hacía lo que hacía.
-
De
acuerdo, pero cuando decidas cortarle la cabeza no es necesario que te molestes
en participármelo -- dijo con supremo desprecio
-
Adebel Avitzedek
-- se despidió Istvan
Antes de que Avitzedek pudiese contestar
ya Istvan había desaparecido, de modo que éste se volvió, tiró de un cordón y
un momento después apareció un hombre.
-
Aviram,
quiero ver a mi hijo
-
¿A
cuál?
-
A
Giorgio, y date prisa
El hombre se inclinó y desapareció
mientras Avitzedek se paseaba por la estancia con impaciencia. Si bien era
cierto que él nunca había sido un padre especialmente cariñoso, a su modo amaba
a sus hijos, pero no era menos cierto que el menor de los varones había sido un
dolor de cabeza y había estado a punto de matarlo él mismo en más de una
ocasión. Giorgio era tan cruel y salvaje como él, con muchos menos escrúpulos y
un total irrespeto por todo y por todos. Era un verdadero misterio cómo era que
había logrado sobrevivir hasta ahora; teniendo en cuenta su afición desmedida a
la sangre y siendo quien era, los Lovets podían haberlo sacrificado en
cualquier momento y sin embargo seguía vivo.
Avitzedek se volvió en cuanto los sintió
acercarse y se preparó para hacer frente a aquel portento de irreverencia.
-
Padre --
escuchó
-
Te
advertí que te deshicieras de Biaggio
El chico se había sentado en un sillón y
lo miraba con supremo fastidio, mismo que se reflejó en su voz al contestar.
-
Padre,
estaba en medio de…
-
¡Me
importa un demonio dónde estabas!
-- lo interrumpió --
¡Istvan Korsakov acaba de estar aquí!
-- en ese momento los ojos de
Giorgio adquirieron una expresión alerta y se puso de pie -- ¡Ah! Ahora sí cuento con tu atención
-
¿Qué
buscaba ese miserabile infelice qui?
-
Ese
miserable infeliz como lo llamas con
tanto desprecio, es el que puede clavar un Dykari en tu cuello de forma legal,
y es lo que pareces estar buscando
-
¿Padre,
a qué viene todo esto?
-
Te
queda muy mal hacerte el desentendido, tu amigo Biaggio está en Zatvor y dudo
mucho que no sepas por qué, así como dudo que vuelvas a verlo, lo que en mi
opinión es afortunado. Pero la cuestión es que aun está vivo y aun puede hablar
-- hizo una pausa y como Giorgio
no dijo nada, agregó -- Te lo digo por última vez Giorgio, deja a los
Yaroslávich en paz
Pero evidentemente aquel sujeto tenía
intenciones de cualquier cosa, menos de obedecer a su padre.
-
Si
tú has renunciado padre, yo no. Si los años te han convertido en un cobarde, a
mí…
No obstante, acababa de cometer un
terrible error, porque los ojos de Avitzedek se tornaron rojos y con una
velocidad de vértigo en una fracción de segundo estaba sobre su hijo
aferrándolo por los cabellos y apuntándolo con su Dykari.
-
¡Avitzedek! --
exclamó una voz femenina a sus espaldas
-- Suéltalo por favor
Aun tardó varios segundos en hacerlo
pero finalmente lo soltó.
-
Lo
que intentaste hacer fue indigno y cobarde, algo inaceptable en un hijo mío
porque los Savaresce peleamos dando la cara y no sobornando sucios traidores
-
Al
menos yo estoy intentando recuperar lo que nos robaron, mientras que Gianfranco
y tú…
-
¡No
nos robaron nada niño estúpido! -- lo interrumpió Avitzedek --
¿Cuándo entenderás que yo perdí? Un verdadero guerrero debe saber
reconocer cuándo ha perdido la batalla.
-
Padre
tenemos hombres, tenemos fuerza, aun podemos…
-
No
seas iluso Giorgio, abre los ojos. Podemos fastidiarlos mucho pero los
Yaroslávich tienen el poder indiscutible.
-
¿Y
entonces qué? ¿Te sentarás a tomar el té con Iziaslav? El iluso eres tú si
crees eso, porque si tú has olvidado convenientemente que fue TU padre, quien violó, asesinó y luego
le envió la cabeza de Anitchka Yaroslávich en una bolsa a su familia, te
aseguro que Iziaslav no lo ha olvidado.
-
Tampoco
yo, y sé que siempre seremos enemigos, pero entre nosotros hay un código de
conducta y no voy a permitir que ningún hijo mío lo viole solo porque es un
idiota
Giorgio lo miró con ira manifiesta pero
sabía que no obtendría nada parecido a la comprensión de parte de su padre, de
modo que le dio la espalda y la mujer que había permanecido en silenciosa
espera intentó detenerlo.
-
Giorgio…
-
¡Suéltame! --
dijo con rabia -- No necesito que ninguna donna me defienda -- dicho esto desapareció y la mujer se volvió
hacia el otro
-
¿Avitzedek?
-
Olvídalo
Zharià, vuelve a tus habitaciones
-
Sí bayim [2] --
dijo la mujer agachando la cabeza y se retiró
Esa noche en un salón de Milán y
mientras Dylan conversaba con un grupo de señoras, sintió la presencia y se
concentró en ubicarla. Tardó unos minutos pero finalmente lo hizo y arrugó la
frente.
-
¿Dije
algo inapropiado milord? -- preguntó la mujer que había estado hablando y
Dylan se reprendió a sí mismo por el descuido
-
Por
supuesto que no mi lady, y merezco ser azotado por causar semejante impresión
en usted -- se disculpó exhibiendo una sonrisa que
desarmaba
Unos minutos después se excusó con las
damas y se volvió para dirigirse hacia Luciano pero fue interceptado por
Gianfranco.
-
Buona sera milord
-- lo saludó
-
Vizconde --
respondió Dylan con poco entusiasmo
-
¿Aun
resentido? -- preguntó Gianfranco con evidente regocijo
-
¿Por
tan poca cosa? -- preguntó Dylan a su vez -- En
realidad debo estarle agradecido, ya que se quedó usted con lo que no valía la
pena dándome oportunidad de algo mucho mejor
Gianfranco acusó el golpe pero siendo
como era un avezado cortesano, se limitó a dedicarle una fría sonrisa.
-
Veo
que se ha acostumbrado a nuestra tierra
-
Sí,
es un lugar agradable aunque particularmente prefiero Rusia --
dijo con total intención
-
No
puedo creer que un caballero inglés prefiera la compañía de semejantes salvajes.
No tienen idea ni de las más elementales normas sociales, por no hablar de su
ridícula vestimenta y su decadente cultura.
-
Creo
que es un error juzgar a los miembros de otra cultura solo porque no la
entendemos, con ello solo exhibimos el mismo desconocimiento de los que se les
acusa lo que nos convierte en seres mucho más mezquinos, ya que ellos no nos
juzgan a nosotros desde una intelectualidad egoísta.
-
¿Confraternizando
con el enemigo hermano? -- preguntó otra voz
Dylan gimió internamente, porque si a
Gianfranco con esfuerzo podía soportarlo, definitivamente su hermano era diez
veces más desagradable según lo que le había dicho Luciano.
-
No
seas necio Giorgio, el Duque no es nuestro enemigo --
dijo Gianfranco
-
No
es eso lo que dice el anillo que lleva en su mano --
replicó Giorgio con acidez
Gianfranco miró a su hermano con
preocupación, porque si bien era cierto que Giorgio no era conocido por su
simpatía, tampoco era lo usual que se comportara de aquella forma, por lo que
concluyó que estaba molesto por algo y como habitualmente lo que molestaba a su
hermano se apellidaba Yaroslávich, decidió que para evitar males mayores lo
mejor era llevárselo de allí. Sin embargo, antes de que pudiese hacer nada y
para empeorar la situación, se presentó Luciano.
-
Gianfranco --
saludó ignorando a Giorgio
-
¡Vaya, vaya su Altezza
se digna saludar! -- exclamó Giorgio
-
Buonasera Luciano
-- saludó Gianfranco intentando
desviar la atención de Luciano de Giorgio --
Si nos disculpan, debo hablar con mi hermano -- y
aferró a Giorgio por un brazo alejándose de ellos --
¿Qué demonios te sucede infeliz?
-
¡Déjame
en paz! ¿Ahora tú también serás amigo de esos…?
-
¡Giorgio! -- lo
interrumpió -- Por si no lo notaste es Luciano quien está
aquí ¿Quieres terminar con un Dykari en tu cuello?
-
Papá
y tú son iguales -- dijo con sumo desprecio y se marchó
Gianfranco lo miró alejarse y volvió a
preguntarse la razón del mal humor de Giorgio. No era que a él le simpatizase
mucho más ningún Yaroslávich y Luciano en particular solía ser bastante
irritante, porque a diferencia de Iyul, el menor de los príncipes perseguía con
ahínco a todo aquel Devrig que en su opinión estuviese transgrediendo las
normas, pero en lo personal nunca habían tenido problemas. Sabía que Luciano
sentía la misma aversión hacia él que él le profesaba y las veces que
coincidían se mostraba distante, frío y arrogante pero no pasaba de allí. Sin
embargo, Giorgio era otro asunto, su hermano menor se esforzaba en molestar
hasta un punto casi suicida tratándose de Luciano, y por un momento tuvo la
absurda idea de que Giorgio estuviese involucrado de alguna manera en lo
sucedido recientemente con el príncipe, pero así como lo pensó lo desechó,
porque los Lovets eran extraordinariamente buenos en lo que hacían aunque le
pesase reconocerlo, y si la habían emprendido contra los Lothian era porque
tenían pruebas suficientes en contra de aquellos desgraciados. Pero aun así,
siguió preocupado por su hermano, ya que su padre había advertido que una más y
él mismo le clavaría su Dykari en el cuello, y Gianfranco no tenía ninguna duda
de lo capaz que era de hacerlo.
Miró hacia donde seguían conversando
Luciano y Dylan, y se preguntó qué demonios sucedía allí. Gianfranco no era tan
brillante ni tenía la mente criminal de Giorgio, pero los años aportaban
experiencia y él tenía muchos. Había sido un secreto a voces la relación de
Dylan Danworth con Emiliana, por lo que a Gianfranco no le cabían dudas que había
sido ella quien lo había transformado, ya que si por algo se distinguía Luciano
era por su negativa a aquella práctica, pero entonces ¿Por qué todos decían que
Dylan era su djali? ¿Por qué Dylan portaba un anillo siendo un nya? Y más
importante aun ¿Sería cierto que había sido invitado a Illir y había hablado
personalmente con Iziaslav? Y si era así ¿Qué interés podía tener Iziaslav en
un nya? Pero él sabía que no estaba ni
cerca de obtener respuestas para aquellas preguntas, porque si los mismos Yaroslávich
sabían poco, él tenía mucha menos oportunidad.
Giró la mirada buscando a Giorgio y se
tranquilizó al verlo conversando animadamente entre un grupo donde se
encontraba su futura esposa, de modo que caminó en dirección opuesta pensando
que quizá estaba exagerando influido por las advertencias de su padre. Sin
embargo, pronto cambiaría de opinión al darse cuenta que no debió descuidar a
Giorgio, porque a la mañana siguiente Gianfranco recibió la visita del furioso
padre de su futura esposa
-
¿Dónde
está? – gritó el hombre nada más entrar
Gianfranco no necesitó de más
explicación para saber de qué estaba hablando, pero no tenía tiempo para
perderlo en inútiles explicaciones, de modo que haciendo uso de sus habilidades
ordenó al sujeto volver a su casa y olvidarse del asunto. Pero en cuanto se
deshizo del hombre fue a buscar a su hermano y como suponía, encontró a la
chica en su habitación.
-
¡Eres
un desgraciado hijo de perra!
-
Non credo che la nostra madre, è molto
d'accordo con quello --
dijo Giorgio con la mayor desvergüenza mientras deslizaba un dedo por la
espalda desnuda de la chica
En un segundo Gianfranco estuvo al lado
de Giorgio, lo tenía sujeto por los cabellos y su Dykari apuntaba a su cuello.
Sin embargo, Giorgio sonreía de forma burlona
En ese momento despertó la desventurada
mujer que yacía en la cama y lanzó un grito. No entendía nada de lo que estaba
sucediendo, empezando por el hecho de estar desnuda en una cama con Giorgio en
las mismas condiciones.
Gianfranco soltó a su hermano y
lanzándole una mirada de profundo desprecio caminó hacia la puerta.
-
¿Sabes
cuál es la diferencia entre tú y yo?
-- preguntó Giorgio, y sin
esperar respuesta agregó -- Que yo sí lo habría hecho
Pero antes de que Gianfranco llegase
hasta él de nuevo ya Giorgio se había puesto de pie y sostenía su Dykari en la
mano.
-
La
próxima vez que me amenaces asegúrate de matarme o yo te mataré a ti… hermano
Aquello por supuesto tuvo un final
trágico para la desgraciada prometida de Gianfranco, porque su hermano no se conformó
con lo que había hecho sino que encima de todo se fugó con la chica, desatando un escándalo en Milán que terminó con
la sorpresiva boda entre Giorgio y la prometida de su hermano. Dicha boda
finalizó muy pronto, ya que a los pocos días de la misma, Catalina fue hallada
destrozada en el bosque aledaño a la
Villa de los Rospigliosi con signos de haber sido atacada por
un animal salvaje. Para la sociedad de Milán fue un hecho trágico, lamentable y
sin explicación, y aunque algunos murmuraban justicia divina por lo que consideraban una traición de parte de la
chica, Gianfranco sabía perfectamente quién lo había hecho, al igual que lo
sabían Dylan y Luciano, pero los dos
últimos no podían demostrarlo y lo único que sabían era que la historia de los
Savaresce continuaba escribiéndose con sangre.
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