Si bien Sophie se ocupaba como
era su deber, de las obras humanitarias con relación a todos los habitantes del
feudo, aparte de ello no tenía mucho más qué hacer, no había cultivado amistades
y la única a la que habría podido considerar como tal era Lady Dearborn, pero
la buena señora había muerto hacía varios años ya. De modo que en esos momentos
Sophie aparte de la enorme soledad que sentía, estaba tremendamente triste, se
sentía engañada, traicionada y abandonada. Se suponía que una dama no debía
darse por enterada de las aventuras de su marido, pero ese era un juego para el
que ella no estaba hecha. Aunque sabía y siempre lo había sabido, que aquello
era práctica común, siempre creyó que el amor de Kendall era diferente y que
nunca sería capaz de algo así. Ya se encontraban a finales de otoño y Kendall
no solo aun no había vuelto a casa, sino que no lo había hecho en todos
aquellos meses.
Ella amaba a sus hijos pero los
niños estaban creciendo y cada vez pasaban menos tiempo con ella. Dividían su día
entre las clases y sus paseos por los alrededores, y dentro de poco también
tendrían que integrarse a las actividades que su posición les exigía. Ella
sabía que se encontraban siempre con Dylan, y a pesar de la evidente antipatía
que él parecía haber desarrollado hacia ella, llegó a desear que por lo menos
él la visitase alguna vez aunque tuviese que aguantar sus ácidos comentarios,
pero fue algo que nunca ocurrió.
También echaba mucho de menos
a su padre, Phillipe llevaba más de un año en Francia y aunque le escribía con
mucha frecuencia, no había mencionado que tuviese intenciones de volver pronto.
Brian pronto cumpliría un año
de haberse marchado también y él escribía mucho menos que Phillipe, pero aunque
Sophie se alegraba de que estuviese bien, igualmente lo echaba mucho de menos. De
modo que en conjunto, su vida se había vuelto vacía y muy solitaria.
Un día de finales de otoño,
entró a la habitación de Christopher y el chico arrugó el entrecejo al verla
entrar.
-
Madre, ya no soy un niño, así que te agradecería no irrumpir en mi
habitación de ese modo
-
Lo siento Chris -- dijo ella apenada --
Solo quería saber cómo te sentías después de lo sucedido ayer.
-
Me siento bien madre, ya te dije que Lord Danworth fue muy amable al prestarme
su chaqueta, así que no hay motivo para que te preocupes.
Sophie abandonó la habitación
de su hijo con un creciente sentimiento de pesar, porque ciertamente ya no eran
niños, Christopher acababa de cumplir dieciséis años y su pequeño Derek quince.
En ese momento recordó que Dylan y Kendall tenían solo uno o dos años menos que
sus hijos ahora, cuando ella los había conocido, y la nostalgia la golpeó con
saña haciéndola desear retroceder en el tiempo.
Esperó a que sus hijos bajasen
para desayunar y como de costumbre el más conversador fue Derek.
-
En mi opinión fue una suerte que Luciano estuviese allí y reaccionase tan
de prisa -- le estaba diciendo en ese momento a su
hermano con relación a lo sucedido el día anterior
-
En primer lugar si no hubiese sido lo suficientemente necio como para
escucharte, nada de eso habría sucedido
-- dijo Chris de mal humor --
Tanto Lord Danworth como el Conde nos lo advirtieron
Ya Sophie se había
acostumbrado a que mientras Derek hablaba de ellos con mucha familiaridad,
Chris siempre intentaba conservar las formas, aunque ella sospechaba que lo
hacía solo en su presencia, porque en ocasiones se le había salido llamar a
Dylan por su nombre.
El desayuno terminó como de
costumbre, con Chris riñendo a Derek y éste burlándose de su hermano. Luego se
retiraron a sus clases y Sophie pasó la mañana atendiendo a sus deberes y una
vez finalizado el almuerzo los chicos salieron como era habitual y ella se fue
al salón a leer un rato. Antes de
retomar la lectura del libro, le dio una mirada a la prensa pero cuando estaba
por dejarla, su corazón se encogió al tropezar con un artículo que reseñaba una
cena reciente a la que había asistido Kendall, y en el mismo hacían velada
alusión a su cercanía con cierta joven duquesa. De pronto Sophie sintió que el
mundo se cerraba a su alrededor, se levantó y buscó salir al exterior. Una vez
fuera corrió hacia las caballerizas, ordenó que le preparaban un carruaje
ligero aunque una vez en él no sabía donde ir. Sin embargo, de forma instintiva
tomó el camino a Cleves.
Por insistencia de Lucien,
Dylan había terminado por salir para encontrarse con sus jóvenes amigos. Los
chicos se sintieron mortificados cuando Dylan les informó que Luciano estaba
indispuesto, e incluso mostraron su interés en ir a verlo pero Dylan los
disuadió de aquello esgrimiendo que podía ser contagioso.
Ambos hermanos ya se habían
acostumbrado a ver con frecuencia a Itlar y a Yvaylo, y aunque en un principio
les inspiraban cierta desconfianza aquellos extranjeros, habían terminado por
habituarse. Itlar solía ser muy silencioso aunque siempre respondía con
amabilidad a sus preguntas, mientras que Yvaylo era no solo mucho más afable
sino decididamente bromista, por lo que a los chicos les caía mejor
especialmente a Derek. No obstante, ambos Levjaner continuaban teniendo muy
presente que aquel par de jovencitos seguían siendo Saint-Claire.
-
Creo que no fue buena idea salir hoy y deberían volver a casa -- les dijo Dylan y ellos lo miraron con
extrañeza -- Se avecina una tormenta -- les
aclaró
Esto era algo a lo que también
se habían acostumbrado e incluso se lo habían comentado a su madre, quien solo
sonrió y les dijo que desde que era pequeño Dylan solía predecir aquello con
bastante precisión. Pero aunque Chris se mostró inmediatamente de acuerdo,
Derek no tenía ningún interés en ir a encerrarse en casa tan pronto. Sin
embargo, el ánimo de Dylan parecía estar tan gris como el tiempo, de modo que
los chicos se dedicaron a conversar con Yvaylo mientras Derek que nunca podía
estarse mucho tiempo quieto, saltaba de
un lado a otro.
En un momento determinado
Dylan escuchó el ruido de cascos y las ruedas de un carruaje, y pareciéndole
extraño se desvió a averiguar aunque no debió haberlo hecho, porque en cuanto
la vio se quedó paralizado, pero lo verdaderamente lamentable fue que vio con
toda claridad sus lágrimas y esto lo impulsó a seguirla. En apariencia se
dirigía a Cleves pero antes de llegar
detuvo el carruaje, bajó de él, se dejó caer al suelo y escondió el rostro
entre las manos.
Dylan sabía que no debía
acercársele, pero pudo más su necesidad de brindarle algún consuelo que su
instinto de conservación. No obstante, hizo cuanto pudo por al menos guardar
las formas y cierta distancia.
-
¿Puedo ayudarla Lady Arlingthon?
Lo último que Sophie esperaba
escuchar era la voz de Dylan, en realidad no esperaba encontrarse a nadie y ni
siquiera tenía un plan en concreto, simplemente y de forma inconsciente había
tomado el camino al que fuese su hogar, pero de pronto al llegar allí y ver el
árbol donde ella y sus dos amigos de la infancia habían grabado sus nombres, se
detuvo. Sin embargo, al escuchar la voz levantó el rostro y a Dylan le dolió el
corazón al ver y sentir tanto dolor y por su cabeza pasaron mil ideas incluido
el hecho de que a Kendall le hubiese sucedido algo.
No obstante, y aunque le costó
algún esfuerzo lograrlo, finalmente consiguió la información y una ira sorda comenzó
a formarse en su interior, porque si bien era cierto que aquello era practica
común, el muy desgraciado pudo haberse tomado la molestia de ser discreto y no
hacerla sufrir de aquel modo. Pero otros dos asuntos que necesitaban urgente
solución se estaban sucediendo y debía ocuparse de ellos.
Sophie se había puesto de pie
y lo miraba con extrañeza planteándose incluso la posibilidad de estar muy mal,
o que simplemente se tratase del deseo de ver en este Dylan al amigo de su infancia, el asunto era que el Dylan que
estaba viendo, no era en modo alguno el mismo que había visto casi un año atrás,
sino que presentaba el mismo aspecto que el día de su boda, y su mirada era
exactamente la misma que la había hecho sentirse mareada en aquella
oportunidad.
Dylan por su parte era
consciente de todo esto y estaba luchando por remediarlo, pero al mismo tiempo
libraba una feroz batalla con sus sentimientos y sin duda era demasiado para
él.
-
Dylan… -- dijo ella pero él se volvió y colocó las
manos sobre el tronco de un árbol
-
Vete Sophie -- logró decir
-
¿Dylan estás enfermo? -- preguntó ella olvidándose de lo anterior --
Déjame ayudarte, si…
-
¡Vete! -- le gritó, pero pareció haber olvidado que
aquella no era cualquier mujer y una de sus características más notables era la
terquedad
-
En primer lugar tú no me das órdenes Dylan Danworth, y en segundo no seas infantil,
no me iré de aquí hasta no asegurarme que no vas a morir de un ataque o algo
así
Pero el pobre sujeto estaba
más allá de las palabras, porque su cercanía, su voz y su olor lo estaban
matando de una forma mucho más efectiva que el mencionado e hipotético ataque.
Y las cosas empeoraron mucho más cuando la sintió acercarse y sujetar su brazo.
-
Dylan por favor, deja que…
Pero las palabras de Sophie
murieron en sus labios al verlo. Aparte de que parecía realmente enfermo, ya
que una fina humedad perlaba su frente y su cuerpo despedía tanto calor que sin
duda debía estar sufriendo una fiebre muy alta, lo que paralizó a Sophie fueron
sus ojos que brillaban como dos rubíes. Su cerebro le ordenó retroceder pero su
cuerpo parecía no estar dispuesto a obedecer, y en cualquier caso habría sido
demasiado tarde para ello.
Ciertamente todo lo que había
visto Sophie era como se lo habían indicado sus ojos. La sangre de Dylan hervía
al igual que cada centímetro de su piel, la lucha que mantenía consigo mismo le
había causado un torturante dolor de cabeza, su corazón latía en forma dolorosa
contra su pecho y un deseo más allá de lo manejable se había desatado en su
interior. Una mínima parte de su consciencia le advirtió que iba a morir, pero
el resto de su humanidad se negó a escucharla y sin poder ni querer evitarlo la
atrajo hacía sí y apresó sus labios.
Sin embargo, si Dylan esperaba
morir en el momento que sus labios tocasen los de Sophie, fue lago que no
sucedió y de cualquier manera él había dejado de pensar en cualquier cosa, ya
que su consciencia se había ido a otro lugar.
Sophie estaba poco más o menos
en las mismas condiciones, porque si bien en un primer momento había sentido
algo parecido al miedo, éste había desaparecido de forma inexplicable y en cuanto
los labios de Dylan hicieron contacto con los suyos el mundo pareció
desaparecer a su alrededor. Fue una sensación tan intensa y diferente a todo lo
que había experimentado antes, que lo único que deseaba en ese momento era que
no acabase.
Dylan por su parte estaba
dando rienda suelta a todo lo que había permanecido atrapado en su interior
durante tanto tiempo. Dejó su boca y sus labios se deslizaron por la curva del
cuello saboreando la dulzura de su piel y aspirando un olor que había
permanecido en su memoria sensorial atormentando sus noches. Sus hábiles y muy
experimentadas manos ya habían soltado las cintas de su traje y acariciaban la
piel de su espalda, pero cuando su torso quedó completamente expuesto se sintió
mareado e irremediablemente atraído hacia la suavidad que se erguía ante sus
ojos.
Mientras la besaba y la
acariciaba con una audacia que Sophie no se habría atrevido ni a soñar, Dylan
sentía que amaba con desesperación cada centímetro de aquella piel y todo el
conjunto de lo visible y de lo que no lo era.
Sophie no se enteró de cómo
había llegado al suelo y ni siquiera de estar allí, solo era medianamente consciente de estar
experimentando unas sensaciones hasta ahora desconocidas y se había entregado a
ellas con una pasión e intensidad de las que no se sabía poseedora.
En medio de aquella tormentosa
vorágine de pasiones y a solo unos instantes de invadir el cuerpo tan
largamente anhelado, Dylan se sintió aterrorizado de hacerle daño, porque a
pesar de que llevaba años practicando el autocontrol, ante ella se sentía
indefenso e incapaz de poner freno a nada. Sin embargo, quedó demostrado que el
amor que sentía por aquella criatura estaba por encima y más allá no solo de la
razón sino de sí mismo.
Aquel rítmico, primitivo e
intenso vaivén, se convirtió en un
hermoso canto de amor que sellaba la unión de aquellos dos seres que estaban
destinados a pertenecerse aun en contra de los más oscuros y negativos
designios.
Una vez alcanzado el explosivo
clímax y saciada la intensa necesidad que lo había estado consumiendo, Dylan tuvo
que enfrentarse a dos borrascosos sentimientos. El primero era la culpa, Sophie
era la esposa de su mejor amigo y había pasado por encima de aquello sin la más
mínima sombra de remordimiento, pero otra parte de su cerebro intentaba
convencerlo de que Kendall no merecía consideración alguna porque él la estaba
haciendo sufrir. Y el otro sentimiento era la confusión y la incredulidad,
porque si estaba vivo y eso era un hecho, entonces eso significaba que lo
habían estado engañando, la pregunta era por
qué. De modo que un tercer sentimiento entró en juego cuando una ira
peligrosa comenzó a formarse en su pecho y alguien iba a tener que responder
por aquello.
Sophie por su parte y una vez
recuperada la cordura se sintió miserable. Ella amaba a Kendall, lo había amado
toda su vida y era el padre de sus hijos ¿Cómo era posible que se hubiese
comportado de aquel modo tan indecente?
Se suponía según su filosofía, que una mujer honesta no exhibía aquella
clase de conducta, misma que tanto la había mortificado en el caso de sus
hermanas. Pero por otro lado y mientras su razón hacía aquel despiadado
análisis, su cuerpo que aun permanecía en brazos de Dylan, se sentía en casa. Percatarse de ello solo vino a
sumar confusión a sus caóticos pensamientos.
Dylan la sintió estremecerse
con el llanto y elevó la cabeza clavando sus ojos en los de ella, algo muy poco
razonable teniendo en cuenta su propio estado. El llanto de Sophie se detuvo y
el otro asunto que en primer lugar había despertado su miedo regresó al ver los
ojos y el aspecto general de Dylan. Él por su parte, recordó con cierto retraso
cómo debía lucir e intentó tranquilizarla al tiempo que hacía cuanto podía por
manipular sus pensamientos, algo en lo que fue evidente para él que tenía un
lastimoso éxito.
Cerró los ojos y besó su
frente mientras Sophie pensaba que definitivamente la única explicación posible
para todo aquello, era que había perdido el juicio. Intentó desembarazarse de los
brazos que la tenían sujeta y Dylan se lo permitió al tiempo que hacía el mayor
esfuerzo por tranquilizarse.
Con apresurados y nerviosos
movimientos, Sophie puso el mayor orden posible en su atuendo, pero no podía
hacer lo mismo ni con sus pensamientos ni con sus sentimientos. Dylan se aseguró
de estar correctamente vestido antes que ella y utilizó esos minutos en
prepararse para lo que venía.
-
Dylan -- intentó Sophie volviéndose con las mejillas
ardiéndole
Pero antes de que se diese
cuenta ya él estaba de nuevo muy cerca y acariciaba su rostro, lo que no
contribuía de ninguna manera a hacer las cosas más fáciles.
-
No te atormentes, no hemos hecho nada mal
-- pero ella lo miró con
incredulidad
-
¿Cómo puedes decir eso? Acabamos de…
-- pero él colocó un dedo en sus
labios
-
El amor nunca debe ser algo que nos avergüence
-
¿Amor? Esto no fue…
-
Sí, sí lo fue, porque aunque te esfuerces en negarlo, tú me amas del mismo
modo que yo te amo a ti Sophie
Aquella contundente afirmación
era algo que Sophie no esperaba escuchar y una posibilidad en la que no había
pensado. Sin embargo, de algún modo sabía que era cierto, pero aquello
planteaba más preguntas que respuestas y no la tranquilizaba de ninguna forma,
pero de momento hizo eso a un lado y se concentró en el otro asunto.
-
Dylan… creo que estoy perdiendo el juicio
-- dijo aunque no estaba muy segura
de cómo continuar y no era necesario
-
No Sophie, tu salud mental está a salvo
-- y sin más trámite descendió
sobre sus labios
Unos segundos después la soltó
y se alejó unos pasos cuando sintió que Yvaylo se acercaba, ella aun lo estaba
mirando confusa y en ese momento Dylan tomó una dolorosa decisión, le dio una
silenciosa orden a Yvaylo y éste puso al servicio de la misma todas sus
habilidades.
Sophie se había vuelto al
sentir la extraña presencia pero Yvaylo ignoró esto, porque para cumplir con lo
que Dylan le había ordenado, por fuerza tenía que acercarse a ella o no tendría
ninguna oportunidad.
Sophie repentinamente se
sintió mareada y acto seguido perdió el conocimiento. Dylan espero a que Yvaylo cumpliese con lo que le
había ordenado, mientras él la sostenía en sus brazos, después de lo cual la
subió al carruaje y se volvió hacia el Levjaner.
-
Asegúrate de que los chicos vuelvan a casa
-
Dylan…
-
¡Haz lo que te estoy ordenando!
-- exclamó él con voz helada
A continuación se subió junto
a Sophie y agitó las riendas. Cuando llegaron a Darnely el mozo se sorprendió y
se preocupó a partes iguales al ver a su señora sin sentido, pero Dylan se
encargó de él sin mucho problema, tomó a Sophie en brazos y entró a la vivienda,
la colocó sobre un sillón y acarició su rostro.
-
Adiós Sophie -- deslizó los dedos
por su cuello, sujetó un momento el colgante que le había dado hacía años y que
aún llevaba, sonrió con tristeza y le dio un último beso en los labios -- Te
amo y siempre te amaré
Dicho esto dio la espalda y
sin mirar atrás abandonó la estancia, la casa y la propiedad dirigiéndose a
toda prisa hacia Livingstone mientras la ira crecía de nuevo en su interior.
Dios que tristeza que malo es kenndal pobre dylan como la ama
ResponderEliminarHoooola Josefa :-D...
Eliminarque bueno saber de ti :-)...
:-/ sí es algo triste pero también algo q sucede con frecuencia, pero bueno ya veremos cómo continúa esto...
gracias y me alegra mucho q continúes con la lectura... Kisses
Ahora ya se de quien es LA HIJA q tendra Sophie, aunq me quedan dudas x el encuentro de Dylan y Sophie sin q esto lo afectase a él
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